Antonia Torres

Valdivia 1975

Escritora y periodista, doctora en Filología Románica (Düsseldorf). Ha publicado el estudio Las trampas de la nación. La nación como problema en la poesía chilena de postdictadura (2013), los libros de poesía Las estaciones aéreas (1999), Orillas de tránsito (2003), Inventario de equipaje (2006) y Umzug (2012), y la novela Las vocales del verano (2017). Es profesora adjunta de la Universidad Austral de Chile.

Mi hijo pequeño me propone un juego
en el que él y yo descansamos

juntos y abrazados en una misma muerte

Me sugiere la representación exacta de la escena
a lo que accedo dudando de la corrección del gesto

Retozamos entonces por un momento en silencio
como ese matrimonio neolítico
hallado por indiscretos arqueólogos
que sorprendieran el sueño de piedra
la caricia constante y fija a la sombra de la tierra
de una pareja de amantes seis mil años atrás

Ignorados en una fosa del tiempo
cerramos los ojos el uno frente al otro
como dos hojas secas a punto de ser alzadas por el viento

mi hijo pequeño me sorprende de pronto entornando los ojos
y ambos advertimos que en el jergón
como en la cuenca de una mano
yacen dos piedrecitas empolvadas
durmiendo en la vitrina iluminada de un museo

Patios oscuros
breves tragaluces en que el sol apenas
alcanza en su oblicuidad
a entibiar la hiedra que sepulta
la fugaz niñez, recuerdo

allí
entre inusitado pasto y lápidas
jugamos a las bolitas o pedaleamos casi
una bicicleta que apenas se sostenía en pie
entre un extremo y otro del territorio.

Patios traseros
o laterales
una de las siete maravillas del mundo antiguo
cuyos jardines colgantes desafiábamos
con la mira de un juguete
ensayo precoz de las sucesivas muertes
que enfrentaríamos afuera.

Patios breves
sombríos aleros de la casa de Dios
la nuestra o la del vecino
tres cuartos de cemento y uno de prado
la mágica proporción del tedio.
Como en un ring
cada esquina es un aliento en donde crecen
pequeñas flores, heroicos brotes de resistencia vegetal.

Algo de terror habita en estos patios
la noche que sube en sus cañones, sube al sueño
las preguntas que cuelgan en sus jardines
tal vez el día entero pende de la verja

de pronto, el ladrido de los perros que nos ata al presente.

Sorprende el tránsito por esta zona oscura
en la que el sol ilumina a destellos
(igual que en mi memoria)
los rincones húmedos que habitan caracoles
musgos y chinitas.

Un muro lavado por la lluvia
ahuyenta a los intrusos.

El surco anaranjado que dibuja el zinc en el suelo
juego de saltos y números
lo mismo que afuera
luche o rayuela
seis, cinco
descanso
cuatro, tres
descanso
dos y uno:
la cuenta regresiva
para entrar al cielo.