Enrique Winter

Santiago 1982

Poeta, abogado, magíster en escritura creativa. Ha publicado en once países y cuatro idiomas los poemarios Atar las naves (2003), Rascacielos (2008), Guía de despacho (2010) y Lengua de señas (2015), además del disco Agua en polvo (2012) y la novela Las bolsas de basura (2016). Traductor de Dickinson, Chesterton, Larkin, Howe y Bernstein. Ha recibido los premios Víctor Jara, Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, y las residencias de escritura de la Sylt Foundation (Alemania) y de la Universidad de los Andes (Colombia).

Nunca aprendimos a saltar la cuerda.

Mis padres la olvidaron
en el bazar de Presidente Errázuriz
dos nueve cero uno.

Al techo del lugar sigue amarrada,
balanceando a mi abuelo.

EN ESTA ESQUINA la palabra del poder
y en esta otra el poder de la palabra

la segunda opción es abrirla ensancharla más allá de la carne haciendo un océano de ese unto rojo nadar crawl en ella hasta más adentro gritando en cada boqueo estilo mariposa de donde el cuerpo supiera que estaba herido traspasarlo si es posible dejar a la sangre de los peces brotando en oleadas que pasen por ahí hasta por casualidad rumbo a otros miembros que la requieran algas incluso por las calles submarinas un maremoto que por la herida abierta de la palabra manen todas las palabras una sobre otra mojando hasta los cerros tan opacas que no se viera el rojo volviéndose el café de grano de los troncos por capas y leerlas todas horizontales como paisajes y verticales retratos del fracaso pasional porque nadie lee menos un graznido de pájaro viniendo a la tierra revuelta cuando es maleza aún y nada en la sangre hasta aletearla amarilla del aromo y del aroma de la azul herida el arma y presagia a un extraño en el gimnasio de la muerte

pero lo de aislarla lo cedía sinceramente como opción

palabra
blanca y hueso

fuera
del cuerpo la
noche amanece

limpia como la hija
en el primer día de clases

parche en la boca
ambas palabras un castigo
una herida la segunda

a lavársela con jabón
diciéndolo

sin lectura ni más sangre de la prometida por ella como herida
otro respondía que no que
somos mucha gente y más los lugares sin gente

IN THIS CORNER the word of power
in this other the power of word

the second option is to open it wider than the flesh until that red dot is an ocean crawl deep in it screaming in each gasp butterfly stroke from where the body knew it was wounded trespass if possible leave the blood of the fishes sprouting in waves that might pass through by chance on their way to other limbs that need it seaweed even along the submarine streets a tsunami that all the words flow from the open wound one on top of another wetting even the hills so opaque that you wouldn’t see the red turning into the coffee grain of trunks in layers reading them all horizontally as landscapes and vertical portraits of passion failure because nobody reads even less than the caw of a bird coming to the scrambled soil when it is weeds still and swims in the blood until it flaps in the yellow of the acacia and the case of a blue wound the weapon and foretells of a stranger in the gym of death

but about isolating it i seeded it sincerely as an option
white
word bone
and patch

out
of the body the
night awakens
clean as a daughter
on her first day of school

patch in the mouth
both words a punishment
the second a wound

to be washed with soap
saying it

without reading no more blood than was promised by her as a wound
another one answered no
we are too many people and even more places without people

Traducción al inglés: David McLoghlin.