Jessica Atal

Santiago 1964

Escritora, editora, tallerista y crítica literaria en la revista cultural La Panera. Ha publicado Variaciones en azul profundo (1991), Pérdida (2010) Arquetipos (2013), Cortina de elefantes (2014), Carne Blanca (2016), WhatsApp, Amor (2016), Ella también se va (2018). Algunos de sus poemas han sido traducidos al árabe, al alemán, al rumano y al inglés. En 2004 recibió el Premio Edward Said, otorgado por la Fundación Palestina Belén 2000.

eran jóvenes/contemporáneos en la poesía
cada medianoche o madrugada
muy dueños del mundo/en 1961
el arte pop quiso descifrar
confesiones de mujeres perdidas
lánguidos lenguajes y esparcidos
caravanas de eróticas postales
procesiones de esperanza y libertad

décadas más tarde
salimos a dar un paseo por Santa Cruz
me gustaron los bosques gruesos/
imperturbables
terminamos en el Bronx
ella durmiendo sobre ti
(yo sobre la nada)
los contornos de Roy cuando amó a la Cecilia

y no nos pudimos tocar
y le tuve envidia a tus mujeres
y no pude huir/de mi vergüenza

mi caos ojalá haya sido California
irresuelto como besos/
lluvias verdes
siendo y muriendo desesperadamente

sigo aferrada a U2
sigo avanzando hacia ti
(él se aleja/desde hace una eternidad)
no me da tregua
frente a la carrera
de los colores propios
hueso a hueso me desnudo
y todos nos hacemos
un poco más trágicos y viejos

los soldados reconocen matar
cualquier cosa que se mueve
y hacia dónde se vuelve
la mirada de los niños al final

no hay futuro ni pasado
no hay pena ni rabia
no hay agua no hay aire y no hay nada
me dice un amigo
en la tierra prometida
para otros

me estoy acostando cada noche
con una copa de vino en la mano
y con tu cabeza en la sangre
coagulada de mi almohada
me estoy acostando mal
con la piel rota y la boca resumida
me estoy acostando con el sexo duro
y una vieja carta de amor entre las manos
me estoy acostando cada noche
sin sexo y sin amor
en realidad, no me estoy acostando
en realidad, eso de acostarse
es lo que menos hago cada noche
hacer qué entonces
zares del ensimismamiento
moscas de la victimización
cucarachas del yo
hacer qué para desangrarse
de una vez en la vitrina turbia
de la memoria esa bastarda
que no recuerda nada bueno para mí
hacer qué si ya nadie cree en la poesía
salvo las hordas de falsos poetas
que se acuestan cada noche
sin sexo ni sueño pero sí con sus copas
rebosantes de pequeñas glorias